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Historia del periodismo

Medios y nuevos medios: entre cambios y continuidades

El año 2000, según Jean Marc Côté

Con motivo de la Exposición Universal de París que tuvo lugar en el año 1900, el artista Jean Marc Côté, fue designado para imaginar el futuro en el año 2000 y plasmarlo en una serie de postales. Esas imágenes ancladas en la realidad de su época, revelan mucho más que la ingenua mirada futurista del pasado. Y en este espacio nos proponemos volver la mirada sobre estas viejas postales para pensar desde el presente a ese futuro imaginado en el siglo XIX . Volver al futuro a través de las imágenes, artículo 1:

A la hora de pensar cómo serán los medios en el futuro, un solo concepto parece sobrevivir intacto: la idea de cambio permanente. Una mutación continua que afectaría tanto a la estructura física y simbólica de los medios, como a las audiencias, producto de la incorporación de nuevas tecnologías, que propician nuevos consumos, cambios de hábitos, formas y modos de interactuar y consumir productos culturales. Pero ¿hasta que punto resulta viable imaginar los medios del futuro a partir de los actuales? ¿quedará algo en pié de los medios del presente o la ruptura será tal que deberíamos prepararnos para lo peor?

A fines del siglo XIX el artista plástico Marc Côté reflejaban cómo sería la vida en el año 2000. Por cierto toda la colección de ilustraciones sobre el futuro imaginado por Côté es muy significativa y volveremos a ella en sucesivas entregas, pero estas dos imágenes especialmente, nos permitirán un punto de partida para pensar los medios en términos de continuidades y rupturas. Si nos detenemos en la imagen de la izquierda se recrea una escena sorprendentemente innovadora, ya que la idea misma de una teleconferencia resulta absolutamente extemporánea a la realización de la imagen. La ilustración muestra una sala bastante señorial en la que se encuentra una dama hablando por teléfono, acompañada de un caballero. El mismo aparato telefónico dispone de una lente que permite proyectar la imagen de otro señor que por las características de la escena se encuentra en China o algún lugar de Asia. El mecanismo que logra el milagro de la imagen es analógico. Se trata de una especie de motor conectado al teléfono por 4 cables, seguramente dos para el audio y dos para la imagen.
En el caso de la ilustración de la derecha, evoca o refiere, parafraseando a Umberto Eco, a un imaginario paleo mediático, , dado que se trata de un periódico broadcastizado , convertido en emisión radial. Resulta curioso allí, cómo se representa la mutación de la palabra escritura a la oralidad. Un periódico oral que llega a través de un dispositivo tecnológico semejante a un fonógrafo.

Como podemos apreciar, Marc Côté pudo imaginar la innovación en términos de deseo, pero no pudo trascender el paradigma de la modernidad. Ambas escenas muestran el futuro desde una conceptualización de época. Lo que Christian Metz (1974) llama la definición técnico- sensorial de los lenguajes. En esa época el límite evolutivo de la tecnología aplicada a medios era la radiofonía. Pocos años antes, Guillermo Marconi había logrado la primera transmisión de radio entre Inglaterra y Francia, atravesando con la onda sonora el Canal de la Mancha. Tal vez por eso la segunda imagen muestra ese pasaje del medio escrito al sonoro. En cuanto a la audiencia, da claras muestras de una segmentación de corte elitista. En ambas imágenes la innovación se plantea para un determinado status social, definiendo incluso un claro guiño de género. En la primera escena la mujer ocupa el centro de la escena en la comunicación interpersonal pero asistida por un hombre que está a su lado, mientras que en la segunda imagen, es el hombre el destinatario de la información, relegando a la mujer al rol secundario. Estos rasgos expresan una idea de continuidad de las audiencias ancladas en el paradigma de la modernidad.

Ambas imágenes dan cuenta de una transposición de recursos tecnológicos de fines de siglo XIX proyectados a futuro, como continuidad. Cabe situar que esas imágenes fueron creadas en los albores de la comunicación de masas, por aquella época, anclada fuertemente a la palabra (Veron, 2008) así como la tecnología hacia pié en la mecánica.

Pero la modernidad terminó y también el culto a la novedad, a la idea de progreso y comenzamos a transitar simbólicamente un mundo que se supone sin ataduras. Entonces ¿cómo imaginar los medios del año 2114 desde la Posmodernidad? ¿será posible encontrar alguna continuidad con los medios actuales o ya no serán necesarios tal cual los conocemos ahora?

En primer lugar, cabe definir qué se entiende por medios masivos en la actualidad. Como sostiene Eliseo Verón, “el concepto de ‘medios’ designa un conjunto constituido por una tecnología sumada a las prácticas sociales de producción y de apropiación de esta tecnología, cuando hay acceso público (sean cuales fueren las condiciones de este acceso por el que generalmente hay que pagar) a los mensajes””. Los medios: la televisión, el cine, la radio, la prensa escrita, etcétera.

Hoy los límites del concepto que planteaba Verón se han ampliado. La incorporación de nuevos medios a partir de Internet, la multiplicación de pantallas, la convergencia tecnológica y la tendencia a la ubicuidad, pero especialmente el cambio en los hábitos y prácticas de las audiencias, hacia la producción de contenidos convirtiéndolas en lo que Toffler llama Prosumidores , ha provocado un giro casi inesperado de la potestad de los medios.

Los tradicionales emisores profesionales, aceptan a regañadientes la tenencia compartida de los contenidos con la audiencia aumentada , que tiene al alcance de sus manos el «tratamiento» de las imágenes y el dominio casero de procesos (Verón, 2008), así como el acceso a los mismos dispositivos de producción y difusión que hasta ahora eran exclusivos para los tradicionales emisores profesionales.

Este mestizaje entre lo profano y lo profesional, produce lo que Verón llama nuevas estéticas, nuevas formas narrativas, fenómeno que según Luis Quevedo provoca una nueva “lógica de la explosión; entendida como un big bang que cambia la lógica misma de este territorio hacia una constante metamorfosis. “Cuando intentamos comprender sus narrativas, los espacios sobre los que operan, cambian las reglas porque cambian las interfaces. Como sí la estabilidad no fuera el futuro del territorio sino que tenemos que pensar de otro modo estos campos de relaciones, de construcción de sentido”.

¿Es posible un futuro sin medios?

Solo pensarlo genera zozobra. Desconcierto general, ante la posible desaparición a futuro de los medios, aunque si lo consideramos como Carlón , desde su definición técnico-sensorial, el cambio será de tal magnitud que ya no podemos hablar de prensa, cine o televisión tal cual los conocemos hoy. No son los mismos y ya no lo serán. Pero si abordamos los medios desde una mirada más amplia que conjugue los lenguajes, dispositivos y la mirada de los sujetos, podremos concluir, que, cuando se piensa el fin de los medios nos estamos refiriendo a la manera en que históricamente los hemos pensado, en especial de la televisión. En todo caso, se alude al fin de la televisión histórica, o paleotelevisión, como bien supo bautizarla Umberto Eco. Aquella que lograba reunir a la familia frente al aparato, bajo la promesa de unos contenidos culturalmente cercanos al cine, a la literatura, con una grilla segmentada, generada de acuerdo a una audiencia estable y previsible, bajo el reinado de una única pantalla que ofrecía una programación sincrónica. Vale la aclaración de Carlón: “el “fin” de los medios masivos no significa el fin de los lenguajes masivos, sino más bien un giro de época, un cambio de paradigma.

Los medios de la posmodernidad, cambiaron la estructura de su dimensión estética (Jameson 1999) no escapan del Kitsch, con la ostentación de la vulgaridad (el fenómeno de “los mediáticos” o el furor de Wendy Zulka y sus 13 millones de reproducciones en youtube). También es posible reconocer el pastiche en la mezcla de estilos donde todo vale.
Los nuevos medios poco a poco se van conjugando con los medios masivos, en una especie de matrimonio por conveniencia de la posvanguardia.Como afirma Dario Zstajnszrajber “la expresión de un arte que solo encuentra en la ironía en la distancia lúdica, en el Camp, en la desacralización de los géneros, o en la ausencia de canon de lo serio y lo profundo, el modo de sacar a la luz la muerte de la verdad y el predominio de las apariencias. Cuando todo se convierte en mercancía, solo se resiste desde el ridículo”.

Según afirma Eliseo Verón, el tiempo real, la sincronía de los medios masivos, quedará restringido a los acontecimientos especiales “Los shows televisivos, los grandes espectáculos de la TV, pueden preservarse como un momento del tiempo real que la TV guarda como un acontecimiento diferente”. En cuanto al resto de la oferta televisiva seguramente mute hacia un modelo a demanda, como ya está ocurriendo con Netflix o los servicios On demand en la TV por cable.

Parece que ya nadie puede programar el consumo desde la oferta como lo hicieron los medios masivos históricamente. El panorama se ha vuelto menos previsible porque su circulación está cruzada por una multiplicidad de discursos públicos que provienen de los “nuevos medios individuales” (cada perfil o cuenta administrada por un individuo en una red social, por ejemplo – que las amplifican, difunden, critican, comentan, etcétera. (Carlón, 2012). En estos términos pensar el futuro no resulta una tarea sencilla, tal vez porque como asegura Giani Vattimo “el pasado es lo único que hay” y los medios masivos lo seguirán evocando, claro que sin usar las mimas reglas ni los mismos dogmas.

 


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Sandra Della Giustina

Consultora en Medios y TIC en Educación. Educadora, periodista, viajera y mala cocinera.

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